COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘Black Panther’, diferente

He de ser franco. Como después me pasaría con DC y su Cyborg —aunque quizás aquí con mayor intensidad, y más aún después de haber asistido al lamentable espectáculo que fue la ‘Liga de la Justicia’—, el anuncio de Marvel de que su primera apuesta para 2018 sería una cinta centrada en Black Panther me dejó, como poco, indiferente. A fin de cuentas, T’Challa nunca había sido santo de mi devoción en papel impreso, y con los dedos de una mano se podían contar las veces que me había acercado a alguna de las muy diversas encarnaciones aviñetadas del personaje para, inevitablemente, dejarlas al poco tiempo. Con la de Reginald Hudlin y John Romita Jr. como la que más me había convencido, que el filme número 17 del Universo Marvel Cinematográfico fuera a centrarse en tan poco interesante personaje —al menos a mis ojos— parecía ser garante de un nuevo patinazo que sumar a los más sonados en los que la compañía ha incurrido en estos diez años de producciones.

Los dos avances a los que me asomé —nunca suelo ver más de dos trailers de un filme por aquello de no llevar ideas precocenbidas o, por supuesto, para escapar de los destripes— no mejoraron mucho esa sensación de potencial futilidad de la cinta por mucho que viniera firmada por Ryan Coogler, responsable de la espléndida ‘Creed: La leyenda de Rocky’ (‘Creed’, 2015). Y entonces llegaron las primeras críticas: no suelo hacerle mucho caso a las impresiones iniciales por cuanto normalmente vienen de «fans letales» del Universo Marvel y, como tales, hay que ponerlas en barbecho. Pero el caso de ‘Black Panther’ estaba siendo algo diferente. Las muy positivas reacciones venían de, no de enfervorecidos amantes de los tebeos, sino de críticos profesionales que llegaban a alabar a la producción como la mejor de todas las que Marvel había estrenado hasta el momento.

Es obvio que resultaba imposible quedarse indiferente ante el arranque de pasión desaforada que estaba levantando un filme que iniciaba su andadura en la polémica Rotten Tomatoes con uno de esos imposibles 100% de valoraciones positivas —ahora mismo ha bajado a un 97%, que ya es…—. Y con el empuje de interés que suponían todas las loas sobre él vertidas, me acercaba el viernes pasado con no pocas expectativas a ver qué diantres habían hecho Marvel y Ryan Coogler tan sumamente bien como para justificar que fueran ínfimas las voces disensorias con respecto a la aparente tremenda calidad de lo que ‘Black Panther’ nos proponía. Y he de decir, antes de adentrarme en pormenores, que ‘Black Panther’ es buena, muy buena de hecho, y que la práctica totalidad de la responsabilidad de que así sea recae en alzarse como el filme con mayor personalidad de todo el UMC.

Mucho se le ha criticado a la vertiente cinematográfica de La Casa de las Ideas el cortar por similares patrones la gran mayoría de las cintas que han salido de su factoría en esta década que nos separa del estreno de ‘Iron Man’ (id, Jon Favreau, 2008). De hecho, son las que han conseguido romper los encorsetados moldes impuestos por las cabezas pensantes de la compañía las que «todo el mundo» coincide en señalar como puntos álgidos de diez años de superhéroes Marvel. Supongo que no hará falta que a estas alturas señale a ‘Los Vengadores’ (‘Avengers’, Joss Whedon, 2012), ‘Capitán América: Soldado de Invierno’ (‘Captain America: The Winter Soldier’, Anthony y Joe Russo, 2014), ambas entregas de Guardianes de la Galaxia o la última aventura de Thor como aquellas que más se han apartado del «canon» y de mejor fama gozan. Huelga decir que ‘Black Panther’ viene a sumarse a todas ellas y que —y ya entramos en materia— sino fuera por el somero bajón del tercer acto, estaría en posición de hablar, como ya han hecho otras tantas voces, de lo mejor del Universo Marvel Cinematográfico.

Reservando todavía dicha plaza a la terna formada por las cintas de Whedon, los hermanos Russo y James Gunn, el cambio de tono que el clímax de las dos horas y cuarto de metraje impone a lo que hemos visto hasta entonces provoca que ‘Black Panther’ sea una criatura bicéfala: de una parte, tenemos dos actos iniciales soberbios, brillantes, en los que la apuesta de Coogler por contarnos algo diferente y hacerlo con toda la autoridad de la que es capaz se salda con resultados increíbles; de la otra, un tercio final sobre el que pesa demasiado la losa de los estándares marvelitas, y en el que el talante único de todo lo previo queda empañado por pisar sobre seguro y ofrecer mamporros de limitado interés.

De acuerdo, es evidente que parte del argumentario que se nos expone a lo largo de la proyección conduce de manera inequívoca a las dos/tres luchas paralelas que el acto final pone en juego, pero también que la cinta hubiera ganado considerables enteros si Coogler hubiera llevado la conclusión de su ecléctico cóctel por derroteros menos comunes. ¿Ecléctico? Y tanto. ¿Cómo calificaríais a un guión que mezcla intrigas palaciegas y luchas por el trono dignas de Shakespeare con un ramalazo nada desdeñable de lo que mejor ha caracterizado siempre a las aventuras de 007? Pues eso, ecléctico. Es más, si a esos dos extremos tan distantes, añadimos el fuerte enraizamiento de la cinta en celebrar lo tribal de sus personajes y sumamos también la intensidad del mensaje socio-político con el que Coogler y Joe Robert Cole manchan su guión, el epíteto ecléctico comienza a ser poco amplio para lo que necesita ‘Black Panther’.

En esa apetencia, en ese hambre feroz por hacer de él una voz única en el panteón de los superhéroes Marvel, juegan notablemente unos personajes que pocas veces han estado mejor definidos en cualquiera de las cintas anteriores de la compañía. Dicen por ahí —no recuerdo en qué rincón de la red, sepan ustedes disculparme— que cualquiera de ellos sería capaz de soportar el peso de una cinta de forma exclusiva. Hombre, yo no llegaría a tanto, pero sí es cierto que, dejando a T’Challa de lado —que para eso es SU peli— el peso que comportan y la forma en que están trazados los papeles de Lupita Nyngo’o, Danai Gurira o Letitia Wright consigue en no pocas ocasiones resultar mucho más atractivo que aquello que se sitúa como foco central de la acción.

Harina de otro costal diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en el Universo Cinematográfico Marvel es también el villano al que da vida Michael B.Jordan, moldeando el actor fetiche de Coogler a una némesis que, junto a Loki, se sitúa por derecho como lo mejor que en «malos» hemos visto desde 2008. Quizás su actuación no sea nada del otro mundo y, por supuesto, le falte muchísimo del carisma que exuda Tom Hiddlestone, pero al utilizarlo como vehículo de gran parte de ese mensaje socio-político que citaba antes, Killmonger adquiere matices que ningún otro antagonista de las producciones de La Casa de las Ideas había tenido hasta ahora.

Matices que, además, van más allá del mal por el mal que caracteriza incluso al hermanastro de Thor y que, al margen de la venganza personal, se anclan en ciertas reflexiones acerca del Mundo Real muy adecuadas para estos tiempos que les ha tocado vivir a los ciudadanos de Estados Unidos y, por ende, a todos los de este enorme mundo en el que vivimos: la crítica abierta que ‘Black Panther’ ofrece contra las políticas del gobierno Trump, unida a la que hace contra el colonialismo y sumada al mensaje de tolerancia y unidad que enarbola a lo largo del metraje —que queda plenamente expuesto en una de las dos imprescindibles escenas post-créditos— hacen de la cinta de Coogler una rara avis dentro de la trayectoria del UMC hasta ahora. Y eso, en mi diccionario, es muy positivo.

Obviamente, toda la carga crítica queda envuelta en un espectáculo visual de primer orden que el cineasta dirige con pulso soberbio, marcándose escenas alucinantes —atención especial merece en este sentido el plano secuencia en Busan— que ponen en valor un magnífico diseño de producción —Wakanda es ASOMBROSA— y quedan puestas en valor por la muy peculiar partitura de Ludwig Goransson. El músico, que ya nos hiciera vibrar con la personal forma en la que rescataba la épica de Bill Conti para ‘Creed’, mezcla aquí sonoridades de claras tonalidades étnicas —con la percusión como principal protagonista— con elementos que, si bien nunca llegan a cuajar en temas de gran calado, sí que conforman un tapiz sonoro bastante sólido al que, incluso, ayudan —y no molestan— las inevitables canciones hip-hop.

En su conjunto, insisto, ‘Black Panther’ queda definida de manera contundente como una rama al margen de todo el UMC. Algo que, como valor añadido, sirve para acallar las muchas —y muy razonables— críticas con las que ha tenido que lidiar la política de reducida libertad creativa de las cabezas pensantes de Marvel/Disney. Todo apunta además a que la producción va a ser un categórico éxito de taquilla, así que, conociendo la forma de operar de la máquina de hacer billetes verdes que es la compañía del ratón, no será extraño encontrarnos de aquí a nada con el anuncio de una segunda entrega de las aventuras de la Pantera Negra en la gran pantalla. ¿Y saben qué? Que muy bienvenidas serán.

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