'Las nuevas aventuras de Ric Hochet vol.1', enérgico reboot

Personalidad inquieta donde las haya, nos encanta que nuestro admirado Zidrou se salga en ocasiones por la tangente de su zona de confort y arriesgue con propuestas que nada tienen que ver con tocarnos el corazón como tan bien sabe hacerlo —y quien no haya leído ya ‘La adopción‘, que vaya corriendo a su librería habitual y se haga con una copia, que no es normal lo que consigue Benoît Drousie—. Y aunque lleva publicándose desde 2015, nos atrevemos a decir que «la última» del genial guionista, esta que os traemos hoy, fue aceptar convertirse el responsable de actualizar a un personaje tan clásico de la BD francesa como el Ric Hochet que lleva paseándose por las librerías y kioscos del país vecino desde septiembre de 1963: creación de A.-P. Duchâteau y el dibujante Tibet, 78 fueron los álbumes que acumuló la serie desde su aparición hasta 2010, momento en que quedó cerrada hasta que, como decimos, cinco años más tarde, Zidrou y el artista Simon Van Liemt retomaron las aventuras de este intrépido periodista que bebe de varias fuentes previas de la cultura popular francesa entre las que servidor apuntaría, claramente, al Tintín de Hergé.

Sin haberme acercado jamás al recorrido original del personaje, el gran temor antes de abrir este primer integral que dedica Dolmen a ‘Las nuevas aventuras de Ric Hochet‘ era el potencial rechazo ante el nuevo lector que estas páginas pudieran plantear. Un miedo comprensible si tenemos en cuenta que todos los lectores de cómic de superhéroes sabemos cuánto puede pesar la continuidad como argumento en contra a zambullirnos en esta o aquella colección que tan buenas críticas puede estar recibiendo en un momento dado. Si tú, lector, compartes ese temor y has decidido dejarte llevar por él para hacer oídos sordos de los ojitos que te ha puesto este volumen, pierde cuidado, Zidrou hace muy bien su trabajo y, aunque es indudable que lo que aquí se nos narra se disfrutará mucho más habiendo dado cuenta de los álbumes previos del personaje, las dos aventuras que incluye el tomo son tremendamente disfrutables incluso partiendo desde cero.

De hecho, diría que la mejor cualidad que atesoran estas páginas es cómo Zidrou se las apaña para dar con un lenguaje que se siente a la par contemporáneo y clásico: en un ejercicio de alquimia imposible, el guionista logra dotar a estas nuevas aventuras del inquieto protagonista de tonalidades claramente extraídas de las formas de antaño que, lejos de sentirse vetustas, ajadas y completamente pasadas de moda, devienen en actuales y cargadas de energía por el toque mágico que les aplica el guionista tanto a los diálogos como a las tramas que envuelven a Hochet —genial las dimensiones que aporta al Camaleón de la primera entrega—. Sumando a esa fantástica dualidad, el estilo de Van Liemt sabe moverse con comodidad por el límite entre ambos mundos, diluyéndolo con un trazo que, sin ser línea clara se antoja como tal y con una narrativa que, bajo los auspicios de una estructura, insistimos, «clásica», resulta completamente fresca.