'Irresistible', inclasificable

Ecléctico como él sólo, no hay forma más adecuada para calificar a ‘Irresistible‘ que el «inclasificable» con el que encabezamos este texto. Recuperado por Dolmen más de tres décadas después de su publicación original en Estados Unidos —allí aparecieron los cuatro números que conforman el presente volumen durante 1990 bajo el sello de la desaparecida Vertigo—, el trabajo de Mark Wheatley y Marc Hempel es una alucinante y alucinógena combinación de muchos factores que se dan cita para parir una lectura vibrante a la par que esquiva, con muchos instantes en los que el dibujo de Hempel brilla con una fuerza maravillosa mezclados con otros en que lo experimental de su narrativa obscurece el resultado final, provocando en el lector cierta sensación de pérdida…momentánea, sí, pero de pérdida a fin de cuentas.

‘Irresistible’ acusa, aquí y allá, aquello de lo que un buen puñado de títulos del extinto sello de DC hicieron ostentación en su época: al tener libertad plena por parte de la editorial para hacer con las historias que en Vertigo se publicaban lo que los autores quisieran hacer de ellas, hay en estas páginas algo del mismo síndrome que acusaba ‘Enigma‘, no en tanto a querer mirarse en el espejo de ‘Sandman‘, que por ahí no van los tiros aquí, sino por hacer de este relato de una súcubo que va arruinando las vidas de todos los hombres con los que se relaciona, algo más que el mero alocado y en ocasiones surrealista divertimento que es en esencia. Porque, si algo queda claro cuando uno quita la paja que se añade para darle otro aire, lo que aquí cuajan Wheatley y Hempel es una comedia con elementos fantásticos que, protagonizada por personajes llevados al límite y caricaturizados en extremo por el estilo del dibujante, más allá de esa lectura fundamental, empieza a perder interés por esos flecos que nada añaden al núcleo narrativo.

Dicho esto, si uno se las apaña para enfocar la lectura en lo que realmente funciona de ‘Irresistible’, le espera un rato de diversión a tope y sin pausas. Y es que, insistimos, cuando el tebeo abandona su vertiente más dramática y se vuelca en esa «ligereza de cascos» tan identificable en la comedia, es cuando mejor nos lo pasamos con las ocurrencias de Wheatley y cuando más disfrutamos de lo muy exagerado del arte de Hempel. Una combinación que, ensayada aquí en mil y una latitudes después de que los autores colaboraran, cinco años antes, en la oscura miniserie ‘Blood of the inocents‘ —que tiene el dudoso honor de ser una de las primeras cabeceras yanquis que fueron publicadas semanalmente—, llegará de manera mucho más plena a un producto final más satisfactorio con ‘Mars‘, el proyecto que unirá a ambos quince años más tarde, esta vez bajo el emblema de IDW. Pero eso, como suele decirse, es otra historia…