‘Banda Stern’ & ‘Khalid’, tebeos necesarios

Cada uno en su particular terreno argumental pero con el denominador común de despertar en el lector cierta concienciación, ya sea histórica o social, tanto ‘Banda Stern‘ como ‘Khalid‘, los dos nuevos volúmenes de la colección Nómadas que Norma publicaba con ocasión del pasado Salón del Cómic, sirven como clarísimos ejemplos del vasto abanico de géneros que el noveno arte sigue demostrando ser capaz de abarcar, trascendiendo el cómic de superhéroes y la fantasía con relatos anclados en la realidad que nos rodea.

En el caso de ‘Banda Stern’, primera colaboración entre Luca Enoch y Claudio Stassi (éste último, el autor de las imprescindibles ‘Brancaccio‘ y ‘Por eso me llamo Giovanni‘), los autores nos llevan de la mano a la formación del Lehi, un grupo terrorista nacido a la sombra de las convulsiones que han sacudido a Israel incluso antes de su formación como estado después de la Segunda Guerra Mundial.

Quizás la cantidad de información que Enoch presenta, con nombres, fechas y acontecimientos, no encuentre la traslación que hubiera requerido en los lápices de Stassi (cuyo fuerte no es la imprescindible caracterización de personajes que la historia hubiera necesitado), pero no cabe duda de que, en el caso que nos ocupa, es un problema menor, acercando el tándem de autores al lector a un momento histórico fundamental del s.XX.

‘Khalid’ sirve para unir los talentos de Damián (guionista al que ya le habíamos leído historias cortas en ‘Barcelona TM’ o ‘Valentia’) y Jordi Pastor (que también había participado en la primera de las anteriores). El relato que nos trae Damián, que bebe de sus experiencias como educador, nos acerca a la cara más oculta de los problemas de la inmigración, revelándonos el duro trabajo que muchos profesionales ejercen en la sombra de las casas de acogida de menores. Un trabajo muy ingrato y que Damián refleja con una componente nada desdeñable de frustración hacia un sistema que, por la coyuntura actual, no funciona como debería.

El sencillo trazo de Pastor, la decisión de caracterizar los dos tiempos en que discurre la acción en una adecuada bicromía (con ocres para aquello que arranca en Marruecos que contrastan con la frialdad del azul que marca a la acción en Barcelona) y la correcta concreción que hace el dibujante de los diferentes personajes (aunque en algunos momentos sea difícil distinguir entre los jóvenes marroquíes) es preciso reflejo de las necesidades de un guión que, como el propio Damián afirma en su epílogo, podría dar para mucho más si sólo se centrara en la historia de los educadores. Esperemos ver esa historia en un futuro no muy lejano.