
Durante su etapa al frente de los X-Men, el guionista Chris Claremont decidió darle una nueva dimensión a Magneto al desvelar su cruento pasado en el campo de concentración de Auschwitz durante la 2ª Guerra Mundial. De esta forma, se desdibujaba la figura del malo malísimo cuya única motivación parece ser la de hacerle la puñeta a los héroes de turno. Magneto conoce perfectamente el sufrimiento y sabe lo que significa pertenecer a un colectivo oprimido y perseguido por la sociedad. De ahí su afán por impedir que volviera a repetirse con los mutantes lo que ya pasó con el pueblo judío.
Eso no quita que sus actos se volvieran desmedidos con el tiempo, y que pasara de ser víctima a verdugo, un cambio de papeles que también hemos podido ver en el mundo real. No obstante, no es este el tema que se trata en ‘X-Men: Magneto Testamento’, la miniserie escrita por Greg Pak e ilustrada por Carmine Di Giandomenico. La intención de los autores era recopilar en una sola historia todos los retazos del pasado de Magneto que se han ido dispersando por los tebeos mutis, tratando de bucear un poco más en el apartado psicológico del personaje, así como retratar por enésima vez los horrores del Holocausto.
La obra parte de una cuidadosa documentación histórica que ha permitido situar al joven Magneto (por entonces, llamado sencillamente Max Eisenhardt) en algunos acontecimientos clave como La Noche de los Cristales Rotos o el exilio de los judíos alemanes a Varsovia. El hecho de abarcar el periodo que transcurre entre los últimos años de la década de los 30 y el final de la guerra en 1945, hace que la historia parezca un tanto acelerada en ciertos pasajes, lo cual, sin desmerecerla demasiado, sí que supone uno de sus mayores defectos.
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