COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘WildC.A.T.S de Alan Moore’, un británico en la corte de Jim Lee

Ya llevaba dos años muy metido en esto de los cómics….Había empezado, como he dicho en tantas ocasiones, dejándome atrapar por Akira Toriyama y su ‘Bola de Dragón’, un título que abrió la puerta al desembarco del manga en España en 1992 y que me arrastró a comprar sin discriminar todo aquello que Planeta DeAgostini y Norma lanzaban como posesas mes a mes. Tan inusual trampolín —casi todos los aficionados de mi generación habían empezado mucho antes que yo y lo habían hecho con el cómic yanqui— me sirvió de impulso para tirarle los tejos al cabo de pocos meses a lo que de DC y Marvel publicaban Zinco y Fórum y, como suele decirse, ese fue el principio de una hermosa relación que ya ha trascendido los veinticinco años.

Ya llevaba dos años muy metido en estos de los cómics…y entonces llegó Image. Ya que estamos tirando de memoria, hagamos espacio para una breve recopilación de aquel primer encuentro con los títulos de la editorial: servidor ya estaba cursando los estudios universitarios —los primeros, que no los definitivos…historia para otro día— y había tomado por costumbre casi diaria acercarse a una tienda de revistas cercana a la facultad durante el descanso de media mañana para ver si había llegado algo con lo que picar. Era mayo, y había que encontrar como fuera material con el que paliar los efectos de los muy próximos exámenes finales. Colocado de cualquier forma, como para no llamar la atención sobre sí mismo, se disponía en una de los expositores de la tienda un tebeo con el logotipo en letras holográficas —o cromadas, para tanto no me da la memoria— y un dibujo espectacular en la portada. Su nombre, ‘Spawn’.

Tras la «molona» creación de McFarlane, y si no recuerdo mal, ese mismo mes de mayo, Planeta —a través del sello World Comics— pondría en circulación el primer ejemplar de ‘Youngblood’ con las mismas características de edición que ‘Spawn’, esto es, portada con título en letras cromadas —u holográficas, para tanto no me da la memoria—, papel de alto gramaje y ese colorido espectacular característico de aquellos primeros títulos de Image que servían indiscutiblemente como canto de sirena irresistible. Junio sería el mes de ‘Savage Dragon’, esa serie que sigue incólume con Erik Larsen al frente tras veintiséis años y que, al menos hasta dónde uno sabe, no parece tener visos de finalizar en un futuro cercano.

Pero fueron septiembre y diciembre los meses que con más intensidad quedaron fijados en el recuerdo. ¿Los motivos? La publicación, primero, del volumen recopilatorio de la miniserie de cuatro números de ‘WildC.A.T.S’ y, después, de un número uno de la serie regular que superó todas las sensaciones de asombro que ya habían dejado los otros puntos cardinales de Image: con unas páginas desplegables dispuestas para expreso lucimiento de los lápices de Jim Lee y las tintas Scott Williams, la espectacularidad de ‘WildC.A.T.S’ era algo que no había visto hasta entonces. Si tenéis en cuenta el breve recorrido que había tenido como lector y el que uno era —o es— de «provincias» y el acceso a tiendas de cómics especializadas era una utopía, podréis ponderar en toda su dimensión tal afirmación.

«Enamorado» pues de lo que Lee planteaba en una serie que, con el tiempo y la amplitud de miras que uno iría ganando, terminaría descubriendo no era más que una iteración sobre lo que el artista había desarrollado junto a Claremont en los mutantes, ‘WilC.A.T.S’ siempre tendrá un lugar especial en mi memoria tebeística por más que la última lectura que le hice a esos primeros números revelara, hace ya unos añitos, que poco queda del relumbre de antaño más allá de la evidente habilidad de Lee como narrador forjado bajo las leyes del cómic de superhéroes.

Habiéndola recorrido sin excepción hasta su número 50, fui el primer sorprendido cuando, tras aquel primer evento de cruce entre colecciones que fue el ‘Wildstorm Rising’, me encontré un buen día con la firma de Alan Moore en el vigésimo primer ejemplar de la serie. Y sí, ya sabía quién era el barbudo de Northampton —aunque sólo fuera por la lectura de ‘La broma asesina’ y ‘Watchmen’—. A fin de cuentas, no era una serie como ‘WildC.A.T.S’ lo que uno esperaba del polémico guionista, y lo cierto es que en el tiempo que estuvo a cargo de la colección, está se alejó por completo de los estándares que habían establecido la veintena de números previos, dejando Moore su impronta en un arco argumental que, si bien no brillante, si que brilló con voz propia en la Image de entonces.

Con la alineación de héroes imaginados por Lee aparentemente muerta tras todo el embrollo que fue el citado crossover, el planteamiento de Moore es claro y abre dos vías llamadas a confluir tarde o temprano. La primera discurre en la Tierra y surge bajo la premisa de la necesidad de que los WildC.A.T.S existan, tomando el escritor a Mr.Majestic y Savant como impulsores de la formación de una nueva alineación del grupo que traerá no pocos problemas. La segunda nos traslada a Khera, el mundo de origen de dos de los integrantes de los WildC.A.T.S originales y pieza clave en mucho de lo que trascendía en ‘Wildstorm Rising’.

Perfectamente definidas y diferenciadas ambas líneas, es la que nos lleva a Khera la que resulta a la postre más apasionante, quedando todo lo que se plantea en la Tierra como un simple entretenimiento del que lo único que cabría destacar como muy logrado son los nuevos héroes que Moore se saca de la chistera. La interacción entre éstos y los originales, toda vez se produce esa inevitable confluencia de la que hablaba antes, anima sobremanera las cosas de cara a la segunda mitad de una lectura que es en lo visual donde, no obstante, atesora altibajos más pronunciados.

Travis Charest, Kevin Maguire, Ryan Benjamin y Matt Broome son los cuatro nombres de mayor presencia a lo largo de 400 páginas que son un catálogo de lo mejor y lo peor que, en el terreno gráfico, llegó a ofrecer la serie. En la parte negativa —por no finalizar con mal sabor de boca— tenemos a unos impersonales y exagerados Benjamin y Broome, dos de los muchos artistas que brotaron bajo la tutela de Jim Lee y cuyo estilo no aguantaba ni un asalto comparado con el de su oficioso «maestro». En un término intermedio está un Kevin Maguire en horas bajas que, a lo largo de 24 páginas, ofrece todo un viaje en montaña rusa con páginas indignas del que, no hacía mucho, había tocado techo en su carrera con los tres primeros prestigios del Capitán América.

Y llegamos a Travis Charest. Alumno aventajado de la legión de imitadores que le salieron a Lee, el estilo del poco pródigo artista evoluciona a pasos agigantados en el transcurso de los varios números que aquí firma, pasando de lo eficaz de las primeras páginas a una indiscutible espectacularidad en las últimas. Quizás como narrador todavía le faltaba mucho camino por recorrer, pero sabiendo a dónde llegará —quienes le sigan en Twitter sabrán a que me refiero con ‘Spacegirl’— éstas páginas se contemplan con sumo interés. Lástima que a partir de aquí la serie comenzara a perder fuelle de manera progresiva y que las diversas manos por las que pasó antes de concluir su primer volumen en el número 50 no supieran o no quisieran ver en ella más que un cómic genérico de supertipos repartiendo mamporros, porque si algo demostró Moore es que ‘WildC.A.T.S’ podía ser mucho más que eso.

WildC.A.T.S de Alan Moore

  • Autores: Alan Moore y VVAA
  • Editorial: ECC
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 400 páginas
  • Precio: 33,72 euros en

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