‘Thunderbolts. Sin cuartel’, «no Way we’re convinced»

Con la reorganización (que no reboot, gracias a Dios) que supuso Marvel Now! el pasado año, La Casa de las Ideas pareció volverse loca a la búsqueda de nuevas colecciones con las que saturar aun más su ya hiper-poblada cuenta editorial. Al final, como siempre suele pasar, tanta nueva colección, tanto nuevo número uno y tanto equipo creativo de primera fila que sólo dura tres o cuatro números antes de ser sustituido por otros de menor calado (lo de Jerome Opeña en ‘Los Vengadores’ fue doloroso) ha demostrado que, de similar manera a lo que ha acaecido con el NuDC, las cosas se han cambiado para quedarse tal y como estaban, sobresaliendo de la media las mismas colecciones que ya lo hacían antes de la renumeración y añadiéndose a éstas un par de ejemplares cabeceras (lo mejor que se puede leer hoy por hoy en el Universo Marvel es ‘All New X-Men’) que podrían haber sido justificadas sin necesidad de acudir a un evento editorial.

De entre todas las nuevas colecciones que durante dos o tres meses no pararon de surgir de la nada, ‘Thunderbolts’ era una de las que más llamaba la atención al menos sobre el papel, ya fuera por lo que atañía a su guionista, un Daniel Way que sin ser brillante ha venido demostrando ser un escritor de probada eficacia; ya por que da igual lo que haga, leer a Steve Dillon (¿cuándo volverá este solvente dibujante a encontrar un proyecto del calado de ‘Predicador’ o ‘Punisher’?) es un gustazo, siempre y cuando seas de esos lectores a los que no les molesten sus muchas incorrecciones anatómicas, claro está.

Desafortunadamante, la lectura de los primeros números de la serie (los que vienen recopilados en este volumen de Panini) no resultaba ser lo grata que uno quería que fuera ya que, si bien el dibujo de Dillon responde a la perfección a lo que se espera de él, y sirve a la historia de forma inequívoca, ésta es un cúmulo de lugares comunes para los «héroes» que forman la nueva alineación del grupo, unos Masacre, Castigador, Elektra, Veneno y Hulk Rojo que pierden toda la personalidad que, de forma más o menos intensa, detentan en sus colecciones particulares para entrar en una dinámica muy poco atractiva en la que, tras levantarse el humo de los muchos tiros, despejarse el olor a sangre y quedar resuelta la anodina trama, poco permanece en la memoria del lector. Una lástima, la verdad.