‘Enjambre’, mucho talento en pequeñas celdas

Creo que fue un comentario que hice en su momento al aproximarme a ‘Panorama’, aquella soberbia antología editada por Astiberri hace cosa de un año: poder llevar a cabo un acercamiento crítico justo sobre un libro firmado, en el caso del que hoy nos ocupa, por veintidós nombres, deviene en una tarea harto complicada por cuanto para ello harían falta muchísimas líneas que se detuvieran de forma precisa en todas y cada una de las historias que componen dicha antología. Y si bien la limitación de espacio no es problema alguno en la red de redes, soy de los que opinan que una buena reseña debe dejar mucho hueco a lo que el lector pueda añadir en un momento dado, y nunca me ha gustado esos textos que comentan hasta la última coma, dejando poco o nada a la imaginación.

Así las cosas, huelga decir que en lo que se refiere a ‘Enjambre’, la intención del que esto suscribe es la de dar una semblanza global acerca del trabajo de esta colmena de autoras que unen talentos para conformar una mirada de marcado —y muy obvio— talante caleidoscópico hacia el mundo que nos rodea, ya sea desde el frikismo, el sexo, la familia, las reivindicaciones sociales o la poética más desaforada. Sin ningún tipo de limitación argumental y con total libertad para plantear aquello que les venga en gana, nos encontramos en este volumen publicado por Norma con la feliz reunión de un grupo de mujeres que, así, a vista de pájaro, saben lo que hacen a la hora de tratar con las viñetas y la narrativa secuencial.

Las hay que tienen muy claro lo que significa narrar, y otras a quiénes el concepto le es algo más esquivo pero, de nuevo, en conjunto, lo que vemos aquí tiene la suficiente solidez como para atraer a cualquier lector, sea del sexo que sea. Y es que si algo demuestran las páginas que componen ‘Enjambre’ es que si este mundillo es capaz de ofrecer tanta variedad como la que podemos encontrar apenas nos asomemos a las novedades mensuales que se publican en nuestro país, dicha variedad debe terminar de dejar atrás el mayoritario control que los varones hemos ejercido sobre él, ya sea como receptores del producto final —una tónica que el manga se ha encargado de dinamitar— ya como emisores del mismo. En otras palabras, que si algunas de las féminas que firman esta espléndida antología se lo propusieran, ya podrían ir temblando los nombres masculinos más sonados de la industria.