'Dalí', el genio de Cadaqués se reencarna en Baudoin

Seré un genio, y el mundo me admirará. Quizá seré despreciado e incomprendido, pero seré un genio, un gran genio, porque estoy seguro de ello.

Deslumbrante. Arrolladora. Magistral. Arrebatadora. Surrealista. Genial. Adjetivos todos que dan una idea aproximada de lo que Edmond Baudoin ha conseguido con ‘Dalí‘, la biografía del universal artista de Cadaqués que, por encargo del Centro Pompidou, ha realizado el artista francés consiguiendo, a todas luces, la mejor obra de su intensa carrera.

A Baudoin lo conocimos, por mano de Astiberri, allá por 2004 cuando la editorial bilbaína publicaba ‘El viaje’, la obra que le valió al autor de Niza su el Premio Alph’Art al Mejor Guión en el Salón de Angouleme y que sirvió para comenzar a introducirnos en el fascinante universo gráfico de uno de los mejores narradores con que actualmente cuenta el panorama del tebeo francobelga en particular y europeo en general.

Desde entonces, Astiberri se ha encargado puntualmente de ir sirviéndonos todas sus obras: la tierna ‘Piero‘, la sensual ‘Arleri‘, la genial ‘Los cuatro ríos‘, la ecléctica ‘Ensalada de Niza‘, la esperanzadora ‘Viva la vida‘ y la intrigante ‘El vendedor de estropajos‘. Y aún así, con todo lo que podíamos descubrir en estas magníficas obras, nada podía prepararnos para lo que el autor desarrolla en ‘Dalí’.

Consciente de la responsabilidad que tiene entre sus hábiles manos, Baudoin se plantea la aproximación a la vida del genio español desde la ambigüedad y dualidad que siempre rodeó a nuestro artista. Para ello, hace propios muchos de los discursos que Dalí estableció en vida, arropándose de su obsesión por ‘El angelus’ de Mullet, de su soberbia y del magnífico uso de la composición que el creador de ‘La persistencia del tiempo‘ demostró hasta el día de su muerte.

Para ello, Baudoin deja en manos de dos jóvenes (la dualidad) el ir narrando de forma alternada la vida del pintor, echando mano de uno u otro de forma indistinta cuando así lo necesita. Fragmentos de su propia psique con los que el artista francés dialoga en uno de los muchos ejemplos de surrealismo que rodean la narración, estos dos personajes van organizando un viaje fascinante por el intenso recorrido que la existencia de Dalí fue desde su nacimiento.

Baudoin se distancia así de caer en apreciaciones personales directas que habrían empañado la clara vocación objetiva de esta obra planteando no obstante una evidente paradoja cuando, precisamente, los dos narradores no dejan de reflejar la realidad de Dalí desde la perspectiva del propio Baudoin, que afirmaba sobre el universal artista que «No me gustaba especialmente su pintura, ni el hombre a priori, pero al estudiar sobre él, empecé a quererle«.

Y ese amor que el dibujante termina sintiendo por Dalí es el que exudan, de principio a fin, las 160 páginas de esta magistral obra. Arrancando con los retratos del artista que vemos más arriba, las primeras páginas de ‘Dalí’ transmiten las sensaciones de vertigo y desorientación que cualquiera habrá sentido al asomarse por primera vez a la surrealista obra de Salvador: no sabemos en que punto de la narración nos encontramos y nuestra vista se pasea asombrada por páginas dobles que parecen salidas del pincel del genio español cuando en realidad son creaciones del francés.

A este respecto, cabe destacar sobre todas esas primeras ilustraciones la del rinoceronte, ese animal que obsesionó a Dalí y al que dedicó la escultura que adorna Puerto Banús, escultura que Baudoin hace suya para, en cada pata, situar un hombre y una mujer/mantis en la misma posición que la pareja de ‘El ángelus’. Una doble página que habla, casi mejor que ninguna otra, de la genialidad sin límites que el artista francés demuestra una y otra vez en el volumen.

Tras tan inusual arranque, aparecen las primeras viñetas y la carencia de estructura inicial da paso, aunque sea de forma paulatina, a una narración más tradicional que el autor rompe a placer una y otra vez para adentrarse en el singular universo gráfico de áquel cuya vida queda plasmada en las páginas del volumen.

Con el blanco y negro por bandera, y la compulsión en el trazo que ya le conocemos por sus anteriores obras, resulta cuanto menos significativo que, en el momento en el que Gala aparece en la vida de Dalí, Baudoin dé paso a los mas arrebatadores colores. Significativo porque el color sólo ha aparecido en su obra en la citada ‘Arlerí’, pero aún más significativo porque, desde ese momento, el color formará parte de la narración hasta el momento de la muerte de la musa del cadaqueño, una doble página que precipitó el final de una vida y, por ende, sirve de preludio a las tres últimas páginas de una obra maestra indiscutible del noveno arte.

FICHA TÉCNICA: Dalí