Salvando, y puede que sólo por que sea la nostalgia la que habla, la serie de animación que los llevó a la pequeña pantalla hace tres décadas, decir que los Pitufos, esos adorables personajillos azules creados por Peyo, no han tenido suerte en el mundillo audiovisual sería quedarse cortos. Y para demostrar dicha aseveración sólo hay que atender a las dos lamentables e infumables producciones que la Sony puso en pie en 2011 y 2013; dos cintas horrendas cuyos ecos aun resuenan para aquellos que tuvimos el infortunio de verlas —al menos una de ellas, como fue mi caso—, siendo complicado olvidar a Hank Azaria haciendo el ridículo como Gargamel…brrrrrr (escalofrío).
Con tales antecedentes, confiar en que la productora —que no parece dispuesta a perder los derechos ni de esta franquicia ni de Spider-man aunque para ello tenga que reiniciarlas cada dos por tres— fuera capaz de levantar algo en condiciones era, como poco, complicado. Una percepción esta que, hasta donde cabía hacerlo, variaba a razón de algunos de los avances con los que la productora fue publicitando el filme antes de su estreno, consiguiendo que de un escepticismo total, las expectativas previas al visionado de la cinta fueran moderadas y no inexistentes como en el momento en que se anunció que se había puesto en marcha un nuevo título protagonizado por los pequeños personajes, esta vez completamente animada y no mezclando imagen real con animación digital.
El resultado de la apuesta de Sony, si bien queda lejos de la vergüenza ajena que provocaban sus dos antecesoras y se alza a la postre como un entretenimiento con ciertos instantes graciosos, sigue sin conseguir alcanzar lo que otras producciones animadas logran con suma facilidad en los últimos tiempos, esto es, no derriba la barrera existente entre cine de animación para niños y cine de animación que pueda aludir a los adultos, convirtiéndose en tal esfuerzo en un filme de talante universal. Por no irme muy lejos, el año pasado tuvimos excelentes ejemplos de ello en ‘Zootrópolis’ (‘Zootopia’, Byron Howard, Rich Moore, Jared Bush, 2016), ‘Vaiana’ (‘Moana’, John Musker, Ron Clements, Don Hall, Chris Williams, 2016) y, cómo no, en esa obra maestra que fue ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ (‘Kubo and the Two Strings’, Travis Knight, 2016).
Lejos pues de la grandeza que atesoraban las dos cintas de Disney y aún más la de Laika, lo que ‘Los Pitufos: la aldea escondida’ ofrece es el típico producto tan medido y tan poco arriesgado, que parecería que en lugar de un equipo creativo detrás, lo que hay es un potente ordenador generando la cinta a base de parámetros que toquen todos los arquetipos posibles, no esmerándose en desarrollar personajes —total, es una película para críos, ¡y de los Pitufos!, para qué desarrollarlos—, y contando una historia tan previsible como inane que, sí, encandilará a los que se sitúen por debajo de los seis años, pero a los que estamos muy por encima de ellos, nos dejará cuanto menos indiferentes.
No quiere esto decir que la película no tenga sus virtudes —limitadas, pero las tiene—, ni que, por lo menos, sus noventa minutos se pasen volando; pero lo cierto es que, toda vez finaliza, y uno comienza a rascar sobre la superficie de esta historia que, con Gargamel molestando de fondo, narra el encuentro de la conocida aldea de Pitufos con otra formada únicamente por chicas, lo que se encuentra es un ente sin alma, puesto en pie con el único objetivo de mantener viva la llama de la franquicia —y tratar de sacar pingües beneficios del merchandising, claro— obviando cualquier consideración para con unos tebeos, los originales de Peyo que aún hoy, seis décadas después de su primera aparición, siguen siendo tan frescos, graciosos y entrañables como el primer día. ¿Se puede decir lo mismo de la cinta? No ¿Será recordada dentro de cincuenta años? Ni de broma…vamos, que ni dentro de cinco tampoco.