COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘Llega de noche’, de la deshumanización en tiempos apocalípticos

Engañosa como ella sola, hay que empezar hablando de la campaña publicitaria de ‘Llega de noche’ (‘It Comes at Night’, Trey Edward Shults, 2017) para advertiros de forma temprana a vosotros, queridos lectores, de lo que esta nueva sensación del cine de terror NO es. Y lo que NO es, es una cinta del género al uso que nos reserve golpes de efecto de sonido y música a cada girar de cámara, criaturas de pesadilla que persiguen a incautas víctimas o cualquiera de los lugares comunes que los títulos más granados de los últimos años, esos que, como ‘Expediente Warren’ (‘The Conjuring’, James Wan, 2013) —ojo, lo mejor del cine de terror de una década para acá—, tan bien han sabido renovar la forma de meterle miedo al respetable.

El interés de Trey Edward Shults al rodar ‘Llega de noche’ no reside ahí por más que, repito, los diferentes avances que hemos podido ver en los últimos meses —pinchad aquí si queréis ver uno de ellos— se hayan cebado en exceso en echar mano de planos extraídos de los turbadores sueños que acosan a uno de los protagonistas, del icono instantáneo en que se ha convertido el momento del perro ladrando al vacío de la noche o esa ominosa puerta roja al final de un interminable pasillo que en nuestro inconsciente cinéfilo nos retrotrae a tantas y tantas diversas referencias del pasado del género. En su lugar, el cineasta responsable de la estimulante ‘Krishna’ (id, 2015) opta por jugar a crear un ambiente malsano de narices en un metraje que nunca se termina de decidir por el drama, el terror psicológico o por pisar con intensidad en el sub-género de las pandemias apocalípticas.

A caballo pues entre todos ellos, ‘Llega de noche’ es una cinta apoyada por completo en dos extremos que, en primera y última instancia, son los que consiguen que la propuesta funcione: su realización y el extraordinario trabajo de los seis miembros de su elenco interpretativo. Y si con ellos cabría incluir una fotografía portentosa que saca extremo partido de los claroscuros de las noches dentro de la casa y de los breves períodos de día en que la luz no es capaz de ofrecer solaz al desasosegado espectador, no así sucede con un guión que, en tierra de nadie, coquetea en extremo con lanzar preguntas y no responderlas, con crear situaciones que nunca terminan de cuajar —ese extraño amago de romance que no lleva a nada— y que sólo en esos momentos puntuales en que se centra en trazar el estado de paranoia que mejor define a sus personajes, es cuando funciona de forma plena.

Acaso el que mejor consigue trasladar dicha sensación de perpetua alarma ante lo desconocido y de desconfianza última hacia cualquier congénere es el patriarca al que da vida Joel Edgerton. Cierto es que, tal y como está filmada, ‘Llega de noche’ no es la típica producción construida para lucimiento de sus actores, de ahí el que, que éstos sea uno de los dos pilares incuestionables de la cinta «hable volúmenes» de la solidez de su trabajo. Cualidad que se puede aplicar a todos ellos, es en Edgerton donde mejor somos capaces de observar el comportamiento extremo al que conduce la paranoia en la que esta sumido un mundo asolado por una plaga inmisericorde, y es en él donde Shults analiza con incisivo talante ese acceso al poder masculino primitivo en el que ya se regocijaba el John Goodman de la brillante ‘Calle Cloverfield 10’ (’10 Cloverfield Lane’, Dan Tratchenberg, 2016) y atención especial merece esa escena en el comedor donde se explican las normas de la casa…acojonante.

Contraponiéndolo al ramillete de reacciones que ante la misma situación expresan el resto de protagonistas, es como decía en la realización de Shults donde reside el otro 50% de la efectividad de ‘Llega de noche’. Su personalidad tras las cámaras, que se acerca de forma ostensible a la que veíamos el año pasado en ese turbador filme que fue ‘La bruja’ de Robert Eggers —título éste con el que la producción de hoy guarda no pocas concomitancias—, se pasea lacónica por paisajes exteriores e interiores, ayudando a crear de forma sutil y casi imperceptible un estado de tensión en el respetable que se mantiene incólume durante los ajustados 91 minutos de duración.

Frío y analítico, la vivisección del ser humano que ofrece el objetivo de Shults es la que, a la postre, mejor define a ‘Llega de noche’ como un análisis locuaz y cargado de significado del horror en tiempos de supervivencia y de los límites morales que nuestra raza está dispuesta a obliterar para seguir con vida. Sólo por eso, y sabiendo a lo que se va —y a lo que NO se va— vale la pena sentarse hora y media a oscuras en la sala más cercana donde estén proyectando este por momentos acongojante ejercicio cinematográfico.

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