COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘Independence Day: Contraataque’, desangelada…muy desangelada

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Antes de empezar a diseccionar esta continuación con descarado espíritu de remake de ‘Independence Day’ (id, Roland Emmerich, 1996) que ha resultado ser la cinta con la que oficialmente se ha abierto una temporada de blockbusters que este año viene menos cargada de títulos atractivos que lo habitual, permitidme unas disculpas acerca de la drástica desaparición que sufrió la sección de cine en Fancueva toda vez este redactor reinició su actividad en Blogdecine allá por principios del 2015. Huelga decir que si ahora la retomo con la plena intención de que al menos una vez a la semana nos acerquemos a la cartelera, es debido a que no hace ni quince días que ocasioné baja «definitiva» —entrecomillada, por supuesto, que nunca se sabe las vueltas que da la vida— en el citado sitio web que tantas alegrías me ha dado desde que me incorporara a él hace tres largos años.

Decía en mi despedida que era muy probable que no pudiera controlar mi inquietud para con la crítica cinematográfica y que ésta encontraría sitio en esta vuestra página, y poco ha tardado en cumplirse tan obvia profecía. Y es que si leer cómics lleva consigo la necesidad de transmitir de forma más o menos acertada las impresiones que este o aquél tebeo han impreso, ver cine y tratar de no pensar en qué podría haber funcionado mejor o por qué sendero habría discurrido en más óptimos términos un filme es algo que, a base de insistir durante años, se ha convertido en un hábito imposible de vencer. Dicho esto, y sin más rodeos, pasemos a dar cuenta de lo que Roland Emmerich y Dean Devlin, los artífices de ese gran éxito de taquilla que fue hace veinte años la película protagonizada por Will Smith, han conseguido rescatar de la misma para ‘Independence Day: Contraataque'(‘Independence Day: Resurgence’, Roland Emmerich, 2016). Poco, lo adelanto ya…

Más que un Deus Ex Machina, un WTF???!!!

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Vista hoy, dos décadas más tardes, y tras incontables revisiones por el camino, ‘Independence Day’ sigue alzándose como un vehículo único para el entretenimiento descerebrado. De acuerdo, su talante ultra-patriótico es de esos que con el transcurrir de los años se ha hecho cada vez más rancio —al margen habría que dejar consideraciones como el hecho de que sea un alemán el que firmara la cinta y que, dado su tono burlesco, ese patriotismo impostado pudiera ser considerado hasta una clara mofa al sentimiento que mejor define al pueblo estadounidense—, y la cinta, que nunca se toma en serio a sí misma, no puede ser valorada sino bajo una mirada que acepte que es algo así como ‘Star Wars’ pero en la Tierra.

Así las cosas, y dada la actual y febril tendencia de Hollywood hacia las franquicias, que las intenciones de Emmerich y Devlin de abrir una nueva con ‘Contraataque’ son obvias es quedarse muy cortos a la luz del final por el que optan cerrar dos de las horas más asépticas, desangeladas y carentes de épica —porque, oigan, otra cosa no, pero la original tenía sus buenas raciones de épica— que nos hemos podido «echar a la cara» en los últimos tiempos.

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La premisa de partida, si es que puede llamársela así, es que los belicosos extraterrestres de la primera entrega, vuelven a nuestro planeta dispuestos a arrasarlo y a vengarse de esa especie primitiva que acabó de forma tan «chusquera» con su potente fuerza invasora. Y claro, ya que tienen que tomarse la molestia de volver, qué mejor que hacerlo a lo bestia, con una nave que tiene más de cinco mil kilómetros de diámetro y que, con su propia gravedad, arrasa sin despeinarse con todo lo que encuentra a su paso.

Preparándose para lo que pudiera venir, la humanidad —que tras el 4 de Julio de 1996 se ha unido en un único esfuerzo y ha abandonado los conflictos bélicos— ha estado aprovechando la tecnología alien para crear sofisticadas armas y un sistema de defensa que se va a tomar viento fresco tan pronto como aparecen los extraterrestres. Así las cosas, si ya os estáis preguntando como salen del paso los guionistas para arreglar tan complicada situación, dejad de hacerlo. ¿Recordáis el deus ex machina del virus en la primera entrega? ¿Sois capaces de revivir la vergüenza ajena que ya daba en su momento tan chusquero recurso? Pues agarraos a lo que os espera aquí, porque viene dispuesto a dejar en bragas a la triquiñuela de hace veinte años.

‘Independence Day: Contraataque’, horas perdidas

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Desafortunadamente, el guión no logra tapar con habilidad lo descomunal del arqueo de cejas al que nos somete un apunte puesto ahí con la sola intención, como decía antes, de perpetuar la vida de la producción en una supuesta trilogía que es muy improbable que llegue a filmarse a tenor de las pobres críticas que el filme está recogiendo y de una taquilla que se prevé bastante paupérrima. Y si no lo hace —tapar el arqueo— es porque ni se molesta en innovar con respecto a lo ya ofrecido hace cuatro lustros.

Los personajes que repiten no guardan ni un ápice de sorpresa —bueno, sí, la que en términos muy negativos nos da un Brent Spiner aún más sobreactuado que en el original— y los nuevos se adhieren con intensidad a arquetipos tan trillados como aborrecibles, alzándose incapaces de suscitar en el respetable el más mínimo interés o la mínima cuantía de empatía. De la mano de éste último concepto viene también la NULA INEXISTENTE capacidad dramática de una función que, al no implicar al espectador, lo deja más que nunca en su posición de mero observador de unos acontecimientos que ni le van ni le vienen.

Mucho de ese sentimiento de indiferencia extrema tiene que ver también con lo impostado de todo el conjunto, el tufo a refrito que cada dos por tres inunda la platea, la pobreza formal de la narrativa de Emmerich —que parece que se ha quedado anclado en unas fórmulas que expiraron tiempo ha y no se ha dado ni cuenta— y, en última instancia, lo que apuntaba de forma sucinta unos párrafos más arriba, que en realidad esta segunda parte no es más que un remake encubierto de la primera, un soft-reboot si queréis —ahora que la expresión anglosajona está tan de moda— que, de similares maneras a lo que J.J.Abrams hacía con ‘El despertar de la fuerza’, arriesga lo mínimo esperando que el romanticismo por el producto original haga su trabajo. Alguien debería haberle dicho al cineasta teutón que, por mucho que pueda caernos simpática, la cinta con la que reventó la taquilla hace veinte años no es ni la sombra de lo que nos inspira o, por qué no, de lo que estamos dispuestos a perdonarle a ‘Star Wars’.

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