Dando vueltas por los estudios desde hace veinte años y con nombres como los de Mel Gibson, Harrison Ford, Sean Connery o Nicholas Cage ligados a él en un momento dado, han sido Ang Lee y Will Smith los que finalmente se han llevado el gato al agua y han podido convertir el proyecto de ‘Gemini Man’ en una realidad que, en la tónica habitual de los últimos tiempos con el cineasta chino, se nos presenta en un envoltorio visual supuestamente revolucionario. De una parte, y como ya experimentara en su anterior trabajo —la insulsa ‘Billy Lynn’ (‘ Billy Lynn’s Long Halftime Walk’, 2016)—el cineasta rueda a 120fps, casi triplicando la tasa de fotogramas por segundo que usara Peter Jackson en la trilogía de ‘El Hobbit’. Por la otra, mediante la captura de movimiento y nuevos efectos digitales, consiguen enfrentar al Will Smith de ahora con una rejuvenecida versión suya de unos veinte años menos de edad, vamos, la que el actor tenía cuando la gente de mi generación lo conocimos a través de ‘El príncipe de Bel-Air’ (‘Fresh Prince of Bel-Air’, 1990-1996).
Lamentablemente, ni una ni la otra, de las que ahora hablaremos, son capaces de ahogar el variado rango de intensidad que arrastran los problemas de una producción que, para empezar, cuenta con un guión y unos diálogos de traca. El libreto —en el que, sorprendentemente, encontramos a David Benioff—no tiene nada que ofrecer al género de acción que no pudiéramos encontrar en cualquiera de los mejores ejemplos del mismo en aquellas producciones en las que más se mira la cinta, las de los años 90: sin interés, innecesariamente largo, carente de carga dramática y con considerables instantes de sobreexposición de ciertos hechos que ya en una primera pasada casi sobraban, ‘Géminis’ (‘Gemini Man’, Ang Lee, 2019) cuenta, además, con líneas y más líneas de intercambio de ideas entre sus personajes que rayan se regocijan en el más flagrante de los ridículos, sacando así al público a empellones de la proyección.
A ello, a que no pase mucho tiempo antes de que nos empiece a dar igual todo lo que acaece en pantalla, ayuda sobremanera, por un lado, unos intérpretes que parecen no tener muchas ganas de invertir esfuerzos en hacer creíbles a sus personajes y, a excepción de Benedict Wong, que se lo pasa bomba con el que le toca en suerte, no encontramos en la duplicidad de Will Smith, en un Clive Owen hierático o en una Mary Elizabeth Winstead que «pasaba por allí», nada a lo que asirnos. Complementando esa falta de garra en el trabajo de su elenco, la constante extrañeza a la que somete a nuestro cerebro lo cristalino, pulcro del ratio de fotogramas, intensifica esa salida a marchas forzadas a la que nos invita todo lo comentado en el párrafo anterior.
Así las cosas, este redactor sólo apuntaría a dos detalles que sirven para no lastrar por el lodo a ‘Géminis’: alguna decisión afortunada en la realización de Lee —la persecución por las calles de Cartagena (la de Colombia, no la de aquí) es la más evidente de ellas—; y el que, por más que hubiera leído y escuchado lo contrario, lo del rejuvenecimiento de Will Smith sea, en la inmensa mayoría del metraje, algo digno de ver. Cierto es que, cuando «canta» —y en la escena final rompe por bulerías— lo hace de tal manera que resulta doloroso de mirar, pero mientras no es así, lo que consigue es el efecto contrario, que nos veamos escudriñando la pantalla para dejarnos asombrar por lo que ha conseguido el equipo de efectos visuales. Más, como comentaba antes, nada es capaz de suplir las alarmantes carencias de un guión soso y aburrido que consigue hacer de ‘Géminis’ una de las películas más decepcionantes de este 2019.