«Te veo…» – Neytiri
James Cameron lo ha vuelto a hacer. ‘Avatar’ es un golpe en la mesa con el que nos recuerda que George Lucas y Steven Spielberg no son más que aprendices comparado con él cuando de ciencia ficción se trata, y es que el director de ‘Abyss’, ‘Aliens’ y ‘Terminator 2’ aún tiene mucho que aportar a un género mancillado con demasiada frecuencia por un buen número de autores sin el menor atisbo de talento.
‘Avatar’ nos pone en la piel de Jake Sully (Sam Worthington en su mejor papel hasta la fecha), un veterano marine que quedó parapléjico tras caer herido en combate y que es enviado al planeta Pandora para ocupar el lugar de su difunto hermano. Su misión es la de ganarse la confianza de los Na’vi, una estilizada raza humanoide de tres metros de altura nativa del planeta, para convencerlos de que trasladen su principal asentamiento a otro lugar lejos de los intereses mineros de la compañía RDA. Para ello, Jake debe traspasar su consciencia a su avatar, un cuerpo creado utilizando una combinación de su propio ADN (el de su hermano en realidad, compatible con el suyo) y el de los Na’vi, que le permitirá caminar y respirar sobre la exuberante y frondosa superficie de Pandora como uno de ellos.
Por supuesto, los intereses de los Na’vi y la corporación minera son dificilmente reconciliables y la relación que empezará a mantener Jake con Neytiri, la hija del jefe de la tribu encargada de adiestrarle en su cultura y costumbres, le terminarán poniendo en una situación en la que tendrá que escoger entre los seres que ha aprendido a amar y comprender, y su propia especie, egoísta, ciega y cínica.
Probablemente habréis notado las similitudes con un buen número de películas de menor o mayor calado como ‘Bailando con lobos’ (1990), ‘Pocahontas’ (1995) o más recientemente ‘El último samurái’ (2003), y es que ‘Avatar’ bien puede ser considerada como la undécima fustigación por la persecución de la que fueron víctima los indios americanos. Esto, que a priori no es algo necesariamente malo, sí que afecta a la película haciéndola absolutamente previsible, pero lo que en manos de cualquier otro director sería un completo fracaso, en las de Cameron no es más que una pequeña falta que espero sea compensada en los (recemos) futuros viajes a Pandora.
Conseguir dejarnos con ganas de más después de ver una película de cerca de tres horas es algo que no está al alcance de cualquiera y si bien es cierto que la historia de ‘Avatar’ es su mayor punto flaco, también lo es que la agilidad de su narrativa y la grandiosidad de sus secuencias la convierten en obra maestra instantánea para todo aquel que se entregue a la experiencia.
En definitiva, una película imprescindible para cualquier amante de la ciencia ficción, un espectáculo para el que la espera ha merecido la pena, y una excusa fantástica para acudir de nuevo al cine sin importar si es o no en 3D. Pandora es un mundo tan rico en detalles que cada planta, cada animal, deja huella en el espectador haciendo que nos preguntemos y nos preocupemos por si volveremos a verlos respirar en la pantalla. Espero que sí.
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