«Lo que más me aterra no es la sensación de que Yates haya convertido el sexto libro de la saga en un pálido reflejo de lo que en realidad es, sino la certeza de que lo que no ha logrado en las dos películas que ha dirigido hasta la fecha no mejorará en las dos que le quedan. Es el principio del fin de lo que pudo haber sido y no fue.»
Pocas veces me he alegrado tanto de tener que tragarme mis palabras. Y es que si con mi crítica de ‘Harry Potter y el misterio del príncipe’ me desquité a gusto de la tremenda decepción que me llevé en el cine, ahora no puedo sino deshacerme en elogios para con esta nueva entrega.
Con ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte 1’ (‘Harry Potter and the Deathly Hallows. Part 1’), su director David Yates logra al fin tomarle el pulso a la saga para encontrar el tono y la sobriedad que requiere una historia en la que sus protagonistas hace tiempo que dejaron de corretear despreocupados por los pasillos de Hogwarts para enfrentarse a la firme certeza de que las cosas pueden salir mal, de que no siempre habrá alguien para ayudarles. Para enfrentarse a un mundo que de repente se ha tornado frío, implacable y oscuro.
Si en las dos anteriores películas dirigidas por Yates (‘La Orden del Fénix’ y ‘El Misterio del Príncipe’) encontramos todo un manual de lo que no hay que hacer (en resumen, utilizar el interior de las novelas como papel higiénico y trabajar tan solo con la sinopsis de la cubierta), ahora asistimos a una metamorfosis completa que nos descubre a un director sorprendentemente maduro que no solo traduce con éxito al lenguaje cinematográfico el texto de J. K. Rowling, sino que también logra equilibrar su narración para añadir sustancia a esa tediosa laguna capaz de aburrir a los muertos que es toda la parte central del último libro.