Con esta frase podemos resumir el argumento de la nueva novela gráfica de los guionistas Rob Beales y Cuitla Huezo. Las protagonistas son una serie de adolescentes ricas y malcriadas que no paran de crearles nuevos quebraderos de cabeza a sus respetables familias. Estas, cansadas de tanta tontería a lo Paris Hilton, deciden internar a las chicas en un centro escolar que presume de ser capaz de encarrilar hasta a las jovencitas más descarriadas.
Una vez encerradas allí, las chicas descubrirán que el centro es aún peor de lo que podían imaginarse. En los sótanos de la institución, las chicas serán utilizadas como conejillos de indias para probar nuevos medicamentos experimentales. Sin ser conscientes de ello, sus padres las han condenado a pasarse la vida atadas a las mesas de laboratorio para sufrir los efectos del nuevo Ritalín prodigioso o de una variante más potente del Prozac.
Sin embargo, los desalmados dirigentes de la institución no tuvieron en cuenta los posibles peligros. Todas las chicas tenían en común un carácter inestable y violento, pero con los efectos secundarios de las drogas se convertirán en psicópatas descerebradas amantes del golpe de bate y el gore splatter. A partir de entonces, probarán con toda clase de lindezas para tratar de escapar del colegio-laboratorio y, ¿quién sabe?, tal vez rendir cuentas con sus acomodados familiares.