‘Una entre muchas’, por la igualdad

Detesto las connotaciones que de un tiempo a esta parte ha adquirido el término «igualdad» —aplicado, claro está, a la equidad de géneros— por cuanto apunta a una lacra que nuestra sociedad especie lleva arrastrando desde el principio de los principios, cuando los homínidos decidieron que sus parejas eran demasiado débiles para cazar y que debían quedarse en la cueva alimentando a sus vástagos y reduciendo su papel a esas tareas domésticas que, hasta hace «cuatro días», eran el ámbito en el que estaban abocadas a moverse las mujeres. Y si gracias al empuje que desde principios del siglo pasado se ha hecho de forma paulatina para conseguir que caballeros y señoras tengan idéntica consideración ante cualquier situación, las mujeres han ido escalando poco a poco las muchas trabas que las separaban del género masculino, aún hay una barrera que derribar, la de la violencia de género.

Entendida en toda su amplitud —y no circunscribiéndola de forma única a los maridos que maltratan a sus esposas— la autora británica Una analiza de forma ejemplar en ‘Una entre muchas’ el alcance real de las consecuencias que pueden llegar a tener en la psique de una joven haber sufrido en primera persona abusos por parte de un miembro del sexo opuesto. Y si Una se encuentra en la tesitura de poder hacerlo es porque, siendo adolescente en los años setenta, fue víctima de dichas deplorables prácticas por algún desalmado que quiso aprovecharse de la inocencia, el desconocimiento y la necesidad de cariño de una artista que, desde su anonimato, hace de este terrorífico testimonio la voz de millones de congéneres suyas que a lo largo de la historia, han sufrido vejaciones similares o peores a las que ella padeció en su momento.

Relatando al tiempo la caza por parte de la policía de un asesino que tuvo en jaque a la sociedad británica durante los años en los que llegó a cobrarse la muerte de 13 mujeres, la variedad del tratamiento gráfico de ‘Una entre muchas’ es, sin lugar a dudas, la baza más contundente que juega Una para hacer de estas doscientas páginas un tratado sin par en el que casi se podría afirmar —y no estaríamos faltando en exceso a la verdad— que no hay dos planchas compuestas de forma similar. El esfuerzo requerido en llevar a cabo tan compleja empresa tiene su traducción directa en una lectura ágil, de ritmo espléndido y de un calado emocional que, por momentos, consigue situar al lector —sea éste del sexo que sea— en el mismo horrible lugar en el que se encontró la autora años ha. Tamaño logro sitúa a ‘Una entre muchas’ entre esas lecturas de obligado carácter que, alejándose por completo de la ficción que es habitual en el noveno arte, aumenta considerablemente el vasto espectro de lo que esta disciplina es capaz de albergar.