‘Caravaggio 1. El pincel y la espada’, la belleza

Decía el otro día en la entrada de ‘El corazón de las tinieblas’, que tras años —más de veinticinco— leyendo cómics la práctica totalidad de los días, de cuando en cuando, entre esas nuevas propuestas que se alejan de lo que uno entendería por «canón de belleza plástica» para explorar nuevas fronteras del medio a través de composiciones y trazos de fuerte impacto visual, lo que me apetece —y me apetece mucho— es acercarme a un álbum bellamente ilustrado que quizás no funcione del todo bien a nivel narrativo, o puede que atesore una historia que no esté del todo bien resuelta, pero en esos momentos dichas apreciaciones importan muy poco cuando la necesidad de ver «algo hermoso» —que diría Tyler Durden— impera. Y si de belleza en el cómic hay que hablar, el nombre de Milo Manara figura por derecho propio en uno de los lugares más altos de la tabla.

No voy a hacer aquí ahora apología de un artista que ha demostrado saber plasmar a la mujer como nadie en el medio, ni voy a invertir éstas primeras líneas en desgranar una tebeografía que Norma se dispone a reeditar de nuevo en otro formato diferente para goce y disfrute de sus muchos aficionados y desesperación de sus carteras. En su lugar, centremos rápido el discurso en la última propuesta que nos ha hecho llegar el italiano a través de la editorial española que le ha publicado todo hasta la fecha: una aproximación a la vida de Michelangelo Merisi Da Caravaggio, uno de los más grandes pintores que ha dado la historia del arte y, entre otras muchas cosas, primer —y me atrevería a decir que uno de los tres mejores exponentes— de lo que hoy conocemos como Barroco.

A la altura del maestro que a principios del s.XVII asombró a toda Roma con su peculiar forma de plasmar imágenes bíblicas, lo que Manara nos regala aquí con sus maravillosas planchas es, a falta de descripciones más afortunadas, un constante «orgasmo visual» al que no se le puede interponer reproche alguno ya nos fijemos en la sutileza de su trazo, ya en la delicadeza del uso del color ya en unas composiciones y en una narrativa impecable. Vamos, nada a lo que no nos tenga acostumbrados el artífice de ‘El Clic’. Quizás en el terreno argumental, esta biografía aviñetada adolezca de cierto talante episódico, algo quizás inevitable si Manara ha rehuido de llenar los huecos que la historia desconoce y se ha ceñido lo más posible a la «verdad». Sea como sea, lo insignificante del desliz no empaña en absoluto las sensaciones de una lectura llamada a dejar extasiado a quien ella se acerque.