
Para que nunca podáis decir que no somos considerados, y ya que aún falta mes y medio para que la duodécima entrega de la franquicia trekkie llegue a nuestras pantallas, vaya por delante que la crítica que tenéis a continuación está completa y totalmente libre de spoilers. Así que leed con tranquilidad.
Sentado en la butaca del cine en esos mágicos momentos previos a que se apaguen las luces y comience la proyección de la película, me preguntaba por qué los trekkies más acérrimos no fueron capaces de apreciar en su justa medida la grandeza de lo que J.J.Abrams había logrado hace cuatro años con ‘Star Trek‘.
No sólo es que el cineasta resucitara de forma espléndida una franquicia que había sido ya dada por muerta y enterrada (nada bueno se había visto en ella desde ‘Primer contacto‘ en 1998) sino que, al no ser un fanático a ultranza de la serie, Abrams entendió a la perfección lo que ‘Star Trek’ necesitaba de cara al s.XXI, regalándonos un espectáculo de primer orden con unos personajes que conseguían hacernos olvidar a los acartonados intérpretes de las cintas originales y una acción desbordante que dejaba al espectador sin aliento en no pocos momentos del metraje.
Con esa pregunta acompañándome durante los 132 minutos de metraje, las conclusiones que uno puede sacar cuando termina de ver ‘Star Trek: en la oscuridad‘ es que las disensiones entre detractores y fans van a ser iguales o aún mayores, considerando lo que la terna de guionistas hace con el libreto y teniendo en cuenta que la puesta en escena del realizador de ‘Super 8‘ vuelve a ser tan apabullante como soberbia, demostrando Disney el buen tino que ha tenido al elegirlo como aquél llamado a insuflar nueva vida a ‘Star Wars‘.

Con la vibrante música de Giacchino de nuevo dominando la acción (aunque queda tapada en muchos momentos por el montaje de sonido, cada vez que hace aparición el magnífico tema compuesto para la primera entrega, éste suena en toda su gloria), y los brillos metálicos que tanto parecen molestar a ciertos sectores del público caracterizando de nuevo la pátina visual de un filme impecable en sus logradísimos efectos visuales y, sobre todo, en la dirección de un Abrams del que muchos cineastas deberían aprender en las secuencias de acción, ‘Star Trek: en la oscuridad’ es una cinta que no da descanso con una clarísima estructura narrativa que funciona a la perfección alternando alucinantes set-pieces con aquellos momentos destinados a exposición de la trama.
En las primeras se encuadran, obviamente, los momentos llamados a epatar al respetable, ya sea en ese enérgico prólogo a lo James Bond (que aquí, al contrario de lo que pasa en muchas de las cintas del agente 007, si encuentra después repercusiones directas en la trama), ya en la asombrosa batalla sobre la superficie de cierto planeta cuyo nombre no revelaré, ya en todo el clímax final, una prolongada secuencia de casi media hora en la que pasamos del espacio a la superficie terrestre sin que el nivel de adrenalina descienda lo más mínimo.
Pero es en los segundos donde ‘Star Trek: en la oscuridad’ convence con argumentos de peso que van más allá de lo visual. Volviendo a demostrar la sinergia que ya dimanara de los diálogos y descripciones de personajes de la primera parte, el trío formado por Orci, Kurtzman y Lindeloff (¿ves como cuando quieres, puedes, Damon?) enhebra un guión lleno de diálogos agudos y plenos de chispa en los que, además, se potencia algo que ya diferenciaba a la anterior entrega de cualquiera de las de la tripulación clásica: una mayor voluntad por otorgar a todos y cada uno de los personajes su pequeña cuota de protagonismo, a ser posible acompañada de alguna línea de diálogo cool de esas que te arrancan una sonrisa, seas o no trekkie (aunque si lo eres, pues mejor que mejor).
Y aunque aquí hay mucho donde elegir, ya en las puyas constante de Bones, ya en una breve pero espléndida secuencia de pelea de enamorados entre Spock y Uhura, ya en ese alivio cómico que sigue siendo Scotty (un alivio cómico muy comedido que nunca llega a caer en el ridículo), donde la cinta alcanza sus más lúcidas cotas es, de nuevo, en la interacción de Kirk con su oficial científico y, de otra parte, en lo que estos dos, ya sea juntos o por separados, cruzan con el mejor hallazgo de la función: ese villano bigger-than-life que encarna con absoluta maestría el inconmensurable Benedict Cumberbatch.

Todo lo que rodea a John Harrison (el nombre del personaje encarnado por el británico) es de una solidez a prueba de bombas, y tanto sus motivaciones, como los momentos en los que deja entrever su humanidad están a un nivel sólo superado por aquellas escenas en las que su asombroso talento como intérprete se mide con el de Chris Pine y Zachary Quinto, dejando claro «Sherlock» que el natural carisma del primero (que ya quisiera para sí William Shatner) y la espléndida gravedad con la que el segundo encarna al vulcaniano tienen poco que hacer al enfrentarse a su personaje.
Huelga decir que ‘Star Trek: en la oscuridad’ es un filme que si no está a la altura del anterior se queda a pocos milímetros de conseguirlo (el ritmo de la primera supera por momentos al de esta segunda, cuyo arranque tras el prólogo, aunque necesario, enfría el subidón provocado por los minutos iniciales): Abrams ha vuelto a rodar un espectáculo de primer orden que no se acomoda en ser un vacío artificio de pirotecnia desnudo de contenido, sino que apuesta por conectar con el espectador bien a través de unos personajes carismáticos a más no poder bien por mor de una historia cuyos giros, no por esperables (sobre todo para los trekkies del lugar) tienen menos efectividad.
A falta de saber lo que nos deparará ‘El hombre de acero‘, tenemos una firme candidata a ser nombrada PELÍCULA del VERANO 2013, una de la que esperamos su buen funcionamiento en taquilla para que Paramount pueda volver a hacernos felices con una tercera entrega de los viajes del Entreprise a aquellos que ya podemos considerarnos seguidores incondicionales de este magnífico reboot de la franquicia galáctica.



